Opinión


14/03/19

Tomás Amparán

  1. La Sábana Santa

    Entre tanta política y tantos políticos a veces necesitamos oxigenar el cerebro, así que nada mejor que hacerlo con algo que ha copado páginas culturales meses atrás. Algo muy adecuado, además, en estas fechas cercanas a la Semana Santa. Y es que según dicen, un grupo de científicos habrían descubierto que la “Síndone” de Turín, el Sudario o lo que es lo mismo, la Sábana Santa, sería una falsificación. Vayan por delante dos premisas importantes, la primera es que soy Católico, y la segunda que soy un amante de los misterios y los enigmas. Digo esto porque voy a dejar de lado mi lado más religioso porque no tengo intención de tratar de convencer a nadie que lo que allí se ve sea el rostro de Jesús. Si la propia Iglesia católica no se ha posicionado, evidentemente no lo voy a hacer yo y eso depende de la devoción de cada uno, al igual que ocurre con ese trozo de madera que se custodia en el Monasterio de Santo Toribio a los pies de los Picos de Europa, y según nos cuentan es uno de los trozos más grandes del a Cruz de Cristo. Personalmente no creo que sean verdaderas ni la una ni la otra, pero no quita para que sienta un pellizco en mi interior siempre que estoy enfrente de ellas. Pero no nos desviemos del tema porque estoy aquí para hablar de la Sábana Santa que se guarda celosamente ubicada en la Capilla Real de la Catedral de San Juan Bautista, en Turín.

    Hay dos fechas fundamentales para comprender este misterio, una es cuando en 1898 el fotógrafo Secondo Pia, realizando el revelado de unas fotos que había tomado, observó que en los negativos de las tomas que había realizado se podía ver con gran nitidez la imagen del cuerpo de Jesús. Hasta entonces apenas se podía divisar una imagen en la tela, desde ese momento apareció el rostro de los que muchos dijeron que era Jesús. Otra fecha fundamental fue en 1988 cuando la propia Santa Sede autorizó la datación por carbono-14 de la Sábana, y que se realizó en tres laboratorios diferentes, uno en Zurich, otro en Oxford y último en California. Y aun con muchos matices los tres laboratorios dataron la tela entre los siglos XIII y XIV (ente los años 1260-1390).

    Y aquí es donde viene la polémica, esa datación tira por tierra cualquier resquicio de que la tela pudiera haber sido la que cubriera el cuerpo de Jesús cuando fue enterrado en el sepulcro. La datación del carbono sitúa la tela en la misma época en la que fue expuesta por primera vez, en 1357. Para muchos escépticos esta es la clara muestra que estamos ante un engaño. Otros por el contrario, han intentado agarrarse a la teoría del polen y de los incendios sufridos por la tela para justificar que hay un error en la datación, y efectivamente, la tela proviene de Galilea y es coetánea al tiempo en el que Jesús estuvo predicando.

    Para mí el misterio es apasionante por dos motivos, imagínense que la tela verdaderamente cubrió el cuerpo de Jesús y que la figura que vemos en el negativo corresponde a la de Nuestro Señor. Sería la clara prueba, no de que Jesús existió, que eso no lo duda absolutamente nadie, sino que prueba el gran misterio del Cristianismo ya que algo sobrenatural debió producirse para dejar plasmada esa imagen. Por supuesto hablamos de su Resurrección, no podría haber ninguna otra explicación. Pero pongámonos en el lado de los escépticos, de aquellos que dan por válida la teoría que la Sábana Santa es un engaño y fue realizada en la Edad Media. Permítanme decir que si esto fuera así seguiría siendo el mayor misterio de la humanidad. Muchos siglos después, con las tecnologías que hoy en día tenemos, no hemos sido capaces de hacer algo mínimamente parecido. Ni cámaras oscuras, ni dibujos a pincel de Leonardo Da Vinci, ni ninguna otra teoría descabellada que se les ocurra, puede resolver el misterio de cómo se realizó. ¿Quién fue el genio que realizó tal prodigio que en pleno siglo XXI aún nos preguntamos cómo se hizo? ¿Cómo se pudo realizar semejante hazaña en el siglo XVI cuando hoy somos incapaces de reproducirlo con la tecnología que tenemos?

    No me podrán negar que resulta apasionante indagar en los orígenes de la “Síndone”. Pero mientras el misterio se resuelve, no miren para otro lado, déjense llevar por el rostro que nos mira, por el sufrimiento que representa y no vuelvan la mirada ante aquel personaje que más de dos mil años atrás sufrió un tormento para salvar a la humanidad. Y si eso no les convence, no dejen de pensar en un hombre bueno que nos regaló unas enseñanzas que no perderán nunca su vigencia.